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En México, desde tiempos prehispánicos, los grandes yacimientos de ámbar se ubican en Simojovel y Totolapa, pues sus minas poseen una tradición de explotación manual. Debido a ello, arqueólogos e investigadores investigan su presencia en México y Guatemala a través de fuentes históricas y contextos arqueológicos.

El ámbar fue un material sumamente apreciado en Mesoamérica y a través de su intercambio comercial alcanzó territorios que hoy ocupan el Altiplano Central mexicano, Michoacán, Oaxaca, la Costa del Golfo, la región zoque del occidente de Chiapas y el área maya.

Así lo expuso la investigadora del Centro de Estudios Mayas de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), Lynneth S. Lowe, en la conferencia “Los caminos del ámbar en la antigua Mesoamérica”, que impartió en El Colegio Nacional (Colnal), promovido por el Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH).

Formación y origen

“En el Instituto de Biología de la UNAM se identificó que el ámbar de Chiapas provenía de una especie extinta: Hymenaea mexicana. Los fragmentos de ámbar en los yacimientos chiapanecos se encuentran en forma de nódulos al interior de una serie de areniscas de origen marítimo y datan de entre 22 y 26 millones de años, cuando el ambiente era una selva tropical”.

Indicó que la secreción de resina de los árboles de Hymenaea atrapó a animales e insectos que yacen en el interior de las gemas, mientras que el agua salada del mar fue determinante para la polimerización.

Fuentes históricas

Sobre las fuentes históricas que aluden al ámbar, explicó que esta aparece en obras como el libro XI del Códice Florentino de Fray Bernardino de Sahagún, en el que es identificado como “apozonalli”, que significa “espuma” o “burbuja de agua”. De esta gema —dijo— se conocían tres tipos: coztic apozonalli (amarillo), quetzal apozonalli (verde) e iztac apozonalli (blanco).

Otros registros están en los textos de frailes del siglo XVII y XVIII, quienes refieren sobre el uso del ámbar en narigueras y cuentas de collar indígenas, así como en esculturas católicas y rosarios. Una evidencia más es la “Matrícula de Tributos”, un documento que asocia al ámbar como forma de pago, pero ninguna de las zonas que tributaban eran productoras, solo Chiapas.

Contextos arqueológicos

En contextos arqueológicos, los casos más tempranos de la presencia de esta resina son del periodo Preclásico Medio (700 a. C.), que corresponde a La Venta, Tabasco; y en Chiapa de Corzo, este último se observa en la denominada Tumba I, asociada a un dignatario, donde en una cámara lateral al depósito central se halló la osamenta de una mujer con una rica ofrenda compuesta por más de tres mil piezas con elementos de pirita, concha y jade, cuyo cinturón entrelaza materiales de ámbar y jade.

Otro ejemplo es la Tumba 7 —también en Chiapa de Corzo—, la cual data del Preclásico Tardío (150-0 a. C.), con presencia de ámbar, jade y concha. Del Clásico Temprano (200-550 d. C.) está la Tumba A-IV de Kaminaljuyú, en Guatemala, donde se hallaron orejeras que igualmente combinan ámbar y jade; y del Posclásico (1250-1521 d. C.) se cuenta con el caso de la Tumba 7 de Monte Albán, en Oaxaca, con la presencia de un collar y orejeras de carrete, manufacturadas con esta resina.

Por último, la investigadora dijo que, asociados a contextos domésticos, se han hallado discos usados como narigueras en Tenam Puente y Las Margaritas, sitios ubicados cerca de estos yacimientos. Información de CuartoPoder.

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