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Por: Arturo García Caudillo

Llegó con ganas. El zócalo capitalino lucía atiborrado. El presidente Andrés Manuel López Obrador hizo de su arenga un llamado a acabar con la corrupción, la avaricia, el racismo y la discriminación y la complemento con vivas a la democracia y al amor.

Una vez más rompió el protocolo para defender su movimiento y sus ideas. Primero porque al evento no invitó a los representantes de los poderes judicial y legislativo, que en otros años le han acompañado para celebrar el inicio de la gesta independentista.

Y segundo porque el Grito de Independencia desde el balcón central de Palacio Nacional duró poco más de dos minutos y estuvo dividido en dos partes. López Obrador fue más allá de la tradición. Sus seguidores estuvieron pendientes. Ya intuían que no todo serían vivas.

El Ejecutivo Federal caminó por el pasillo principal que lo llevaría al balcón central, acompañado de su esposa, la historiadora Beatriz Gutiérrez Müller, quien llegó ataviada con una blusa blanca con olanes, una falda larga de colores, y un peinado sencillo con el cabello recogido. López Obrador, por su parte, visitó un traje oscuro, camisa blanca, corbata roja y la banda presidencial en el pecho.

Tras recibir el lábaro patrio de la escolta de cadetes, ya en el balcón central arengó a los miles de mexicanos apostados en el zócalo capitalino, quienes reaccionaron al grito de: “¡Mexicanas, mexicanos!”.

“¡Viva la Independencia! ¡Viva Miguel Hidalgo y Costilla! ¡Viva Josefa Ortiz de Domínguez! ¡Viva Ignacio Allende! ¡Viva Leona Vicario ¡Viva José María Morelos y Pavón ¡Viva Vicente Guerrero! ¡Vivan los héroes anónimos! ¡Viva la libertad ¡Viva la igualdad! ¡Viva la justicia! ¡Viva la democracia! ¡Viva nuestra soberanía! ¡Viva la fraternidad universal!”.

El Primer Mandatario hizo una pausa y volvió a llamar a la ciudadanía “Mexicanas, mexicanos: ¡Que muera la corrupción! ¡Que muera la avaricia ¡Que muera el racismo! ¡Que muera la discriminación! ¡Que viva el amor! ¡Que vivan nuestros hermanos migrantes! ¡Vivan los pueblos indígenas! ¡Viva la grandeza cultural de México! ¡Viva México! ¡Viva México! ¡Viva México!”.

El político tabasqueño hizo sonar el Esquilón San José, mejor conocido como la campana de Dolores, al tiempo que se echaron a repique todas las campanas de la Catedral Metropolitana, hecho que no ocurría desde hace 50 años. El sonido coordinado duró más de la cuenta, porque el titular del Ejecutivo andaba ganoso y siguió jalando del listón durante 50 segundos. Finalmente, López Obrador tomó la bandera tricolor y la devolvió a los cadetes.

Enseguida regresó al balcón y miró desde ahí la pirotecnia que subía desde detrás de la catedral. Una vez concluida, saludó a los presentes, que gritaban: “¡Es un honor estar con Obrador!”.

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