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En su primer discurso durante el 43º Viaje Apostólico al corazón de Asia, en el curso del encuentro con las autoridades, la sociedad civil y el cuerpo diplomático, el Papa se inspiró en las ger, vivienda tradicional mongola, resaltó los vínculos entre la nación y la Santa Sede y celebró el rol activo de la pequeña comunidad católica. También pidió a todos permanecer «en pie» y levantar a tantos que sufren a su alrededor.

La agenda oficial del Papa Francisco en Mongolia comenzó este sábado 2 de septiembre por la mañana: cuando en Roma era aún la madrugada, la Plaza Sükhbaatar acogió la ceremonia de bienvenida del Pontífice. Posteriormente, el Papa fue recibido por el Presidente, Ukhnaagiin Khürelsükh, tuvo lugar la Guardia de Honor, se entonaron los himnos, se efectuaron los honores a las banderas y se presentaron las delegaciones. Francisco se reunió de modo privado con el mandatario en el Palacio de Gobierno o de Estado, firmó el Libro de Honor, se tomaron una foto oficial, el Papa conoció a la familia del Jefe de Estado y se intercambiaron los regalos.

El mensaje que dejó Bergoglio en el Libro de Honor fue significativo: «Peregrino de la paz en este país joven y antiguo, moderno y rico en tradiciones, tengo el honor de recorrer los caminos del encuentro y de la amistad, generadores de esperanza. Que el gran cielo claro, que abraza la tierra mongola, ilumine nuevos caminos de fraternidad».

Francisco entregó al Presidente una medalla conmemorativa de esta visita apostólica. Se trata tanto de una medalla de plata, con una tirada de 80 piezas, como de una medalla de bronce patinado a mano, acuñada en 1500 piezas, impresa por Avs – Alberti Visconti Senesi Manifattura Metalli. La artista que la ha creado es Amalia Mistichelli, autora también de la medalla de la Jornada Mundial de la Juventud de Lisboa, que con su inconfundible estilo ha conseguido reunir, en un espacio limitado – de hecho, el diámetro es de 5 centímetros – los monumentos y los elementos más característicos de Mongolia, formando una única composición armónica. Las líneas del diseño son sutiles y claras y recorren la superficie decorada de claroscuros que resaltan la profundidad de lo que aparece, creando un paisaje fantástico.

Francisco expresó su inmensa alegría de haber viajado “hasta esta tierra fascinante y vasta, hasta este pueblo que conoce bien el significado y el valor del camino”. Esto lo revelan las moradas tradicionales, las ger, “hermosísimas casas itinerantes”, dijo. A partir de esta vivienda típica, el Santo Padre articuló su mensaje, subrayando que imagina entrar por primera vez, con respeto y emoción, en una de estas tiendas circulares que salpican “la majestuosa tierra mongola”, para encontrarse con ellos y conocerlos mejor.

Ahora está aquí a la puerta, como “peregrino de la amistad, llegando de puntillas y con el corazón alegre”, deseoso de enriquecerse humanamente con su presencia.

“Cuando entramos en la casa de los amigos es hermoso intercambiar regalos, acompañándolos con palabras que evocan los encuentros anteriores”, dijo el Santo Padre.

Los vínculos entre Mongolia y la Santa Sede

Refiriéndose a las relaciones diplomáticas modernas entre Mongolia y la Santa Sede son recientes —este año se celebra el 30 aniversario de la firma de una carta para reforzar las relaciones bilaterales—, Francisco acotó que, mucho tiempo antes, exactamente hace 777 años, precisamente entre el final de agosto y el inicio de septiembre de 1246, fray Juan de Plano Carpini, enviado papal, visitó a Guyuk, el tercer emperador mongol, y le presentó al Gran Kan la carta oficial del Papa Inocencio IV. Poco después fue redactada y traducida en varias lenguas la carta de respuesta, timbrada con el sello del Gran Kan en caracteres mongoles tradicionales. Se conserva en la Biblioteca Vaticana y el Papa tuvo el honor de entregarles una copia auténtica, realizada con las técnicas más avanzadas para garantizar la mejor calidad posible. “Que este pueda ser un signo de amistad antigua que crece y se renueva”, auguró.

Abrirse a una mentalidad amplia

El Pontífice supo que, desde la puerta de la ger, al alba, los niños en el campo otean el horizonte para contar las cabezas de ganado y referir el número a sus padres. A raíz de este elemento, observó que también a nosotros nos hace bien abrazar con la mirada el amplio horizonte que nos rodea, superando las visiones estrechas y abriéndonos a una mentalidad amplia, como invitan a hacer las ger que, nacidas de la experiencia del nomadismo en la estepa, se han difundido por un vasto territorio, siendo un elemento identificativo de las distintas culturas vecinas.

“Los espacios inmensos de vuestras regiones, desde el desierto del Gobi a la estepa, desde las grandes praderas a los bosques de coníferas, llegando a las cadenas montañosas de Altái y Jangái, con los innumerables meandros de cursos de agua, que vistos desde arriba parecen decoraciones refinadas sobre preciosas telas antiguas, son un reflejo de la grandeza y la belleza de todo el planeta, que está llamado a ser un jardín acogedor”.

 

 

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