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Cada año, el primero de noviembre, por la noche, los niños, jóvenes y adultos salen a las calles de sus barrios y colonias a pedir dulces, disfrazados de su personaje favorito o de los personajes de la película de moda, a la voz de ¡calabacita tía!, recorriendo casa por casa.

A su vez, las familias se preparan con dulces para repartir a todos los que conservan esta tradición que, de acuerdo con Roberto Ramos Maza, presidente de la asociación civil Bicentenario de Chiapas, se remonta hasta los años en que se instituyó el Día de los Fieles Difuntos por la Iglesia católica en el siglo XVI.

Platicó que se trataba de una fiesta de la Iglesia de dos días, el 1 y 2 de noviembre, con el objetivo de venerar a los difuntos que ya están en la gloria de Dios, y el segundo día para recordar a aquellos que todavía están en tránsito, en los términos de la religión, en el purgatorio.

Peregrinar de los niños

Al seguir con esta fiesta cada año, llegando a popularizarse, surgió la idea de que el 1 de noviembre regresaban las almas de los niños difuntos y los adultos el día 2. Esa creencia se comenzó a representar con la peregrinación de niños pidiendo comida y dulces.

Por supuesto que, en cada región, lo que repartían las familias ha sido diferente, pues en Chiapas antes se acostumbraba a dar calabaza en dulce, postre vinculado a la temporada y al calendario agrícola; surgiendo ahí el grito de ¡calabacita tía!, por allá del siglo XX, que es cuando se consolidó la celebración mexicana del Día de Muertos.

A mediados del siglo XX todavía había niños que se disfrazaban y salían a las calles de Tuxtla Gutiérrez, les daban calabaza en dulce, comenzaban a dar incluso tamales y, también, dulces industriales de la época, que se podían adquirir con cierta facilidad.

Con los años esto fue cambiando, ya que ahora en esta celebración la mayoría de las familias se preparan solo con dulces industriales, siendo algo raro aquellas que todavía dan calabaza dulce o tamales.

Influencia del Halloween

El maestro comentó que es innegable la vinculación de esta celebración con una de origen germánico que se difundió en Estados Unidos, y en gran medida por la migración irlandesa: Halloween, el 31 de octubre, al grito de ¡dulce o truco!, para pedir dulces por igual.

Esta celebración fue la que influyó en México en esta fecha, en que los niños y jóvenes comenzaron a disfrazarse para pedir calabacita de diversos personajes populares o de moda, de películas o de origen mexicano incluso. A pesar de esa influencia, las particularidades de cada celebración son muy diferentes.

Varias modificaciones

La celebración en general del Día de Muertos ha sufrido distintas modificaciones a lo largo de la historia, siendo una de ellas el montaje de los altares en un ámbito que no es el doméstico.

Hasta mediados del siglo pasado, la década de los 70 aproximadamente, no se veía ningún alta de muerto en ninguna oficina, escuela u otro lugar.

Los altares, desde los orígenes de esta celebración, se hacen en los hogares, con ofrendas especiales para los difuntos, para la comunión de la familia con sus seres queridos fallecidos; además, en algunos pueblos la costumbre era estar en el panteón toda la noche del 1 al 2 de noviembre, lo que casi ya no se hace.

A partir de esa costumbre surgieron dulces como las calaveritas de azúcar, debido a que en algunos pueblos acostumbraban a desenterrar a sus muertos, limpiar sus huesos y ponerlos junto a las ofrendas para convivir. Esto tiene su origen en iglesias de Europa.

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