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Cuando los españoles llegaron a las tierras “calientes y generosas” de Chiapa de Corzo, “se escandalizaron”, pues hombres y mujeres estaban acostumbrados a vestir con taparrabos, esa fue “una de las primeras cosas que trataron de cambiar en una tierra donde se cultivaba el algodón”, relata la investigadora Marité Nandayapa Vargas, quien dio cuenta de la evolución que ha sufrido el vestido de chiapaneca a lo largo del tiempo, así como el logro por llegar a ser la imagen representativa de la mujer de Chiapas a nivel internacional.

La directora de Cultura Arte y Patrimonio de Chiapa de Corzo realizó la conferencia “Origen y evolución del traje de chiapaneca”, en el Museo Regional de Chiapas del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH).

Los registros históricos demuestran que antes de la Colonia se usaba un traje de algodón que envolvía el cuerpo de la mujer y un taparrabo; a la llegada de los españoles, lo primero que trataron de evitar fue la forma de vestir.

En esta “época de transformación” se desconoce el tiempo y los modelos que inventaron las mujeres.

Los antecedentes a través de una minuciosa investigación, explica la especialista, es una forma de bordar en punto de cruz corrido cuya influencia es dada a las bordadoras españolas, quienes a través de la conversión religiosa enseñaron a las mujeres los procesos, siendo el precursor “el hilo de cáñamo, que hasta la fecha se sigue utilizando en los trajes actuales”.

Las telas eran distintas, austeras. El color de la base era blanco debido al calor, “y el siguiente paso fue bordar los motivos en color negro”.

“No tenemos fechas exactas de cada cambio que se fue dando en esa evolución, hemos encontrado que esas camisas no tenían ningún adorno, eran así sencillas”, expuso.

Se introduce el color

Sin embargo, la siempre creativa mujer chiapacorceña fue agregando el color a los bordados. Los registros de la época de 1900 son que el comercio introduce una tela que era el antecedente del tul, una tela de malla muy fina, imitando los encajes españoles conque se hacen bordados, pero las florecitas apenas tenían un centímetro cuadrado de tamaño y las hojitas eran de medio centímetros; también se adhieren los vuelos de chiapaneca.

La técnica era el “pulso” porque no tiene ninguna plantilla, nada más el lienzo, y sobre ese van bordando; asimismo, las rosas fueron creciendo hasta ocupar los 4 cm para que poco a poco se les pusiera el color.

Para 1930 “alguna mujer chiapacorceña quiso engalanar más su traje y a la falda le agregó un volado”, y paulatinamente deja de usar el pulso y el bordado embollado para que en 1935 se aplicara el vuelo en la parte de abajo y las faldas con colores más alegres.

“En 1945, la mujer de Chiapa dice: vamos a hacer el traje con la falda llena de olanes, con 11 vuelos, para formar cinco olanes de largo”, añadió.

Llega el fondo negro

“Por naturaleza la mujer de clima caliente es alegre, le gusta usar los colores de la naturaleza y entonces ellas copiaban los diseños de flores, siempre muy coloridos”, dijo.

Sin embargo, la especialista destaca que las mujeres de Chiapa son rebeldes, rompen con la idea de que en tierra caliente todos los trajes son blancos; textualmente, dijo: “aquí somos contreras y adoptamos el traje negro, incluso muchos piensan que ese es el color original”.

El primer traje negro se le debe a la bordadora Eloína Ríos Madrigal, quien en 1947 realizó este cambio que impera hasta hoy en día. En los años 70, Amalia Hernández lleva el folclor de este traje a las muestras de bailes tradicionales a nivel internacional, haciendo que Chiapas se conociera en todo el mundo por los bordados llamativos de los 20 vuelos de 2 metros de largo, aunado a flores de hasta 20 o 25 cm de ancho.

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