Ondas del Mundo
Por Naran Sodnomyn
Casi treinta años he vivido en el estado de Chiapas, en el sur de México, no tan lejos de la frontera de Guatemala, a seis horas de viaje por carretera desde la capital, Tuxtla Gutiérrez.
Cuando apenas llegué a Chiapas nos fuimos a conocer Guatemala, entramos al país por Ciudad Hidalgo, a diez minutos de Tapachula. La línea fronteriza de México con Estados Unidos es de más de tres mil kilómetros y la frontera con Guatemala es de más de novecientos kilómetros.
Después de cruzar por vía terrestre distintas fronteras del mundo, en Estados Unidos, Europa y Asia, me asombró como era el cruce fronterizo aquí.
Puesto que me tocó viajar en tren durante la época de la guerra fría, en los años en que los cruces en el viejo continente estaban fuertemente protegidos con militares. Claro que después ver esas imágenes casi de una película terror, el cruce de la frontera sur de México me pareció totalmente distinto.
Para cruzarla subimos a un transporte tipo taxi bicicleta, entramos sin ningún impedimento de parte del gobierno de Guatemala, y así llegamos al otro lado de frontera. Para ingresar de vuelta a México si existen los puestos de migración, pero puedes no pasar por ahí, evitando que te pidan el pasaporte y la visa.
Estando ahí puedes observar cómo cruzan a la gente, algunos con sus compras de despensa, parece que vive en el otro lado del río, encima de unas llantas de goma con tablas amarradas, imitando una balsa, a las que localmente dicen chalán.
También hay cruces fronterizos cerca de la localidad de Lagos de Montebello, es un poco norte del estado, cruzando la Sierra Madre de Chiapas, no hay ni puesto de migración de parte de ambos países, únicamente señalamiento con mojones.
Antes era normal ver a los migrantes caminando en grupos pequeños o dos personas en la orilla de la carretera, o subidos en los trenes, pero el fenómeno actualmente se ha transformado en un “río” interminable de hombres y mujeres con niños, o niños sin adultos, nunca observado con anterioridad. Este fenómeno no es únicamente en México y Latinoamérica, está disperso en el mundo.
¿A qué se debe este fenómeno migratorio?
El crecimiento diferenciado de los países que tienen todo y los que no tienen nada.
Países ricos del norte global que quieren obtener riquezas a través de la venta de armas, promoviendo las guerras, metiéndose en las políticas internas de otras naciones, obteniendo los recursos naturales y destruyendo sus tierras, tirando la basura radioactiva; prefieren que no tengan educación y sean siempre dependientes de ellos, llamándoles tercer mundo o países en vías de desarrollo.
En los países pobres, el primer mundo apoya al gobernante corrupto que implementa un modelo económico para destruir la propia economía, dejando entrar a los productos chatarra que envenenan a su propia gente, apoyan al saqueo, dejando atrás el patriotismo y el amor propio por su raza, nación y cultura. Son esos países pobres que están en manos de familias ricas, mismas que a la vez hacen de cómplices del llamado primer mundo.
Ninguna persona sale de su país por gusto, dejando su casa, único patrimonio, tierras y sus familiares, amigos, mudándose del clima cálido al frio. Ya que en sus países cada vez crece la inseguridad provocada por el negocio del narcotráfico, la trata de personas con fines de prostitución o empleos como esclavitud, aumento del mercado negro de ventas de órganos, persecución con amenazas de ser reclutado para los delincuentes, el cobro de piso.
Así como los patrocinios con fines electorales para llegar al poder. Cada vez más los gobernantes pierden el control y no existe el estado de derecho, hasta la gente acepta el llamando el narco estado y les reciben con aplausos.
Los migrantes cruzan miles de kilómetros a pie, únicamente, con una mochila. Cargan a sus hijos en el corazón, con la esperanza de mejorar su futuro y bienestar, caminan los migrantes desde el sur al norte.
Durmiendo donde llegue la noche, con hambre, pidiendo limosnas a los automovilistas, sucios y cansados con una mirada de miedo. Son de distintos colores de piel, les delata el acento que son extranjero o extranjera.
En cada pueblo que van de paso les reciben con una mirada de rechazo y precaución, como a un delincuente. Como no hay infraestructura para la higiene personal por donde pasan, ellos dejan suciedad y basura, lo cual provoca el hartazgo de vecinos.
Algunos toman la decisión de quedarse y no seguir el camino al norte por distintas razones. Es difícil conseguir trabajo, ya que no cuentan con documentos que los identifique y nadie les da empleo. Esta situación los hace vulnerables y/o propensos de cometer actividades lícitas, como asaltos con arma y robo de las casas habitacionales, con la finalidad de sobrevivir.
En casos extremos, por poco dinero, matan a alguien; después quien los contrató para asesinar los priva de su vida para borrar la huella.
Pareciera que nadie sabe qué hacer con los migrantes, no encuentran una solución de este problema que crece y crece. Los gobernantes se la pasan culpando a sus homónimos de un país al otro. Hay diagnósticos que apuntan a que aumentará más y más el arribo de migrantes a México.
En gran medida porque la crisis económica y social de Venezuela está obligando a salir a más venezolanos. Según los datos del gobierno de Panamá afirman que el número de migrantes que realizan la peligrosa travesía por el tapón del Darién va en aumento cada día.
Otra situación es que las políticas estadounidenses en la frontera cambiaron desde el mes de mayo y pusieron en marcha nuevas medidas destinadas a disuadir la inmigración ilegal, lo cual provocó que muchos migrantes lleven meses esperando en Tapachula, Chiapas.
Este fenómeno de migrantes de grandes grupos nos muestra que las autoridades del mundo no saben cómo, o no quieren, atender las crisis socioeconómicas de sus países y dejan crecer la inestabilidad como un cáncer mortal. El mundo parece que está llevando a cabo la aplicación de la ley de la selva y el funcionamiento social, en ausencia de toda ley que lo regule, se torna en el mundo animal.